En julio de 1975, los Kinks se encontraban inmersos en su época conceptual y en España estaban más olvidados que nunca. Pero la revista Disco Expres, que contaba en sus filas con la flor y nata del periodismo musical español, dedicó una portada al grupo con el titular "El insólito mundo de Ray Davies". En el interior, Diego A. Manrique ofrecía un completo artículo con la mayor y mejor información publicada en español sobre el grupo hasta la fecha. Además de revelar datos por entonces poco conocidos, al mismo tiempo imprimía una contagiosa emoción sobre el grupo. Por su especial relevancia hemos querido reproducir el artículo aquí íntegramente.
Bien, es hora de defenestrar toda la reputación que me haya podido ganar en tres o cuatro años de machacar las teclas de esta pobre máquina. La hora de confesar pasiones inconfesables. La hora de quemar las naves. ¿Qué se puede hacer cuando uno lleva diez años terribles rumiando una verdad evidente, sin poderla gritar a los cuatro vientos? Muy sencillo: uno toma carrerilla y declara apresuradamente que... LOS KINKS ES UNO DE LOS GRANDES GRUPOS DE LA HISTORIA DEL ROCK... QUE RAY DAVIES ES UN GENIO (y puedo contar con los dedos de una mano las veces que he usado esa horrible palabra), UNA DE LAS MENTES EXCEPCIONALES DEL ROCK. Ya está dicho... ¿Qué pasa?
Sr. Director de DISCO EXPRES: Ya es hora de cantar las cuarenta al Sr. Manrique. Porque no se pueden tolerar cosas como las que dice ese supuesto crítico en el último número de la revista. ¿Cómo se puede afirmar que un grupo como Kinks son la cumbre de la música rock? Yo he oído varios LPs de los Kinks que me regaló mi hermano mayor y puedo decir que es un grupo la mar de comercial. No hay ni un solo de batería. Todas las canciones son cortísimas. Y más pegadizas que las de los Diablos. Sus interpretaciones son tontorronas y vulgares. Una pena, de verdad. A mí me gusta Jethro Tull (¡esos sí que son profundos!), Rick Wakeman (¡ese sí que es un genio!), Pink Floyd (los mejores instrumentistas del pop) y Mike Oldfield (que es verdaderamente avanzado). Y solo compro LPs. El señor Manrique debe estar envejeciendo rápidamente si intenta seriamente colocar a los Kinks a la misma altura que los verdaderos mitos del pop inglés. Propongo que se le regale una trompetilla para sordos. UN PROGRE
Bueno, de todas formas había que decirlo. Hace diez años que los Kinks no están de moda y dudo de que lo vuelvan a estar. Al menos, a nivel de portadas en Melody Maker y conciertos en el Madison Square Garden. La verdad es que los Kinks siempre han seguido su propia marcha, bastante ajena a las fiebres y huracanes que azotan al resto del mundo del rock. Son una entidad aparte. Lo que no quiere decir que no haya marcado pautas en más de un momento.
"You really got me" apareció en agosto de 1964 y es verdaderamente un ejemplo prematuro de heavy metal. Dave Davies y su hermano descubrieron el primero de los grandes riffs del rock (tal vez inspirado en "Louie Louie", versión Kingsmen) y aquello es verdadero rock primitivo, con un grupo que suena a lata, pero que ruge como un tigre en celo. Todo un clásico, grabado muchos años antes de "Whole lotta love" y "Black night". Aún suenan hoy increíble.
Los Kinks superaron pronto su época bruta. Después de todo, solo puedes tirarte unos años machacando temas de R&B y produciendo Variaciones Sobre El Gran Riff. Un año después de "You really got me", Davies rompía las barreras de nuevo al editar un tema sorprendente titulado "See my friends". Durante una estancia en Bombay, el grupo había tomado contacto con la música hindú. El primer resultado fue una pieza inspirada por los drones que habían escuchado en la India, aparecida varios meses antes de que los Beatles lanzaran Rubber Soul y medio mundo se preguntara qué era ese nuevo instrumento llamado sitar con el que Harrison decoraba "Norwegian wood. Los Kinks perfeccionaron su integración de escalas e instrumentos indios en la música pop ya que Face to face contiene un maravilloso "Fancy". Pero Ray Davies ya estaba otra vez en marcha.
En octubre de 1965 apareció un LP (titulado Kwyet Kinks) que incluía "A well respected man». Por vez primera Davies abandonaba los temas de amores adolescentes (y permíteme intercalar que el amor de "You really got me" y "All day and all of the night" no era del tipo «déjame agarrar tu mano») para soltar una descripción despectiva del hombre respetable que coge el mismo tren todas las tardes sin darse cuenta de que es un esclavo de todo un sistema. No era exactamente una "canción protesta", aunque estaba imbuida del mismo espíritu de superioridad moral. Luego vendrían cosas mejores.
1966 es el año en que Ray se convierte en el satírico del Swingin’ London. En "Dedicated follower of fashion" pincha a los nuevos lechuguinos de Carnaby Street. "Sunny Afternoon" es la historia de un aristócrata en bancarrota, no al estilo Losey sino con un humor estival y pesado. "Dandy" aparenta ser más superficial, pero conjuga perfectamente su arreglo con el carácter del personaje.
Pero Inglaterra está llena de hombres ingeniosos que viven de ironizar suavemente sobre los personajes y las costumbres nacionales. Ray no se quedó allí. En noviembre de 1966 aparece "Dead end Street", posiblemente la canción más subversiva radiada aquel año por la BBC. Impresionado por la noticia de que en un pueblo minero galés se había derrumbado una montaña de cisco sobre la escuela, matando a casi doscientos niños, Ray pinta el panorama de la vida de la clase obrera inglesa: «Somos estrictamente gente de segunda categoría / no comprendemos / por qué tenemos que vivir en un callejón sin salida / ¡Vamos a morir en un callejón sin salida!». En contraposición a esa desesperación, el grupo responde gritando desafiante el título («¡Callejón sin salida!») y creando una atmósfera mucho más belicosa.
El tono de las canciones de Davies va pasando al de un observador agudo, pero dotado de una cierta simpatía hacia los personajes allí direccionados. No es el tono impertinente de un snob convencido de su propia superioridad sino el de un ser humano que comprende las debilidades de sus semejantes. Y las suyas propias. "David Watts" es el arquetipo del tipo que destaca en todo lo que se propone y al que todos odian más o menos secretamente. Ray reconoce que también hay algo de envidia hacia sus éxitos. "Waterloo sunset", "Wonderboy", "Days", "Autumn almanac", "Death of a clown", "Susannah’s still alive" son canciones que expresan unos sentimientos difíciles de encontrar en las canciones del ácido y la revolución, los Kinks acentuaban su singularidad dedicándose a retratar a individualidades de la mayoría silenciosa, cuando nadie la había descubierto. Y no hay condescendencia ni sentimentalismo. Davies es simplemente un reportero, que comprende la psicología de los seres que saca del anonimato para encajarles en una de sus irresistibles canciones.
¡Ah! es la hora de decir algo sobre sus composiciones. Las canciones de Ray Davies nos suenan conocidas a la primera escucha: Todas son iguales y distintas al mismo tiempo. Hay una serie de referencias musicales que hacen que las composiciones de Davies cambien continuamente de traje: parece que los Kinks se lanzan a tocar ritmos a lo Bo Diddley, bossa novas country, blues, música de vodevil, música barroca y demás para demostrar que ellos pueden hacerlo. Son canciones insidiosas, que se introducen en su cerebro y no salen. Pero no son entrometidos impertinentes, más bien son como… viejos amigos.
Y ahora, una historia personal. Los Kinks vinieron a España el año 1966 y actuaron en la madrileña Sala Yulia (entradas a 125 y 50 pesetas). Yo estaba muy lejos y ni siquiera me enteré hasta el año siguiente, que pasé encerrado en un horrible internado de escolapios cerca de Madrid. Allí, para combatir aquel terrible ambiente, teníamos transistores diminutos, con los que escuchábamos clandestinamente los últimos discos de los Stones, Beatles, Manfred Mann, Animals, Pretty Things (por aquel tiempo sacaron una fina versión del "House in the country" de Ray), Left Banke, Lovin’ Spoonful y demás maravillas. También participábamos en los concursos radiofónicos, naturalmente. En uno de ellos gané un premio: nada menos que una copia de Face to face, el quinto LP de los Kinks. ¡Aquello cambió mi vida! Poco después encontré a un chaval llamado Fernando, que fue el primer fanátiKo Kompteto de los Kinks que conocí. Era el verano de 1967; mientras que en San Francisco ocurrían cosas que no podíamos imaginar, nosotros pasamos aquellos meses cantando todas y cada una de las catorce canciones de Face to face, añadiendo alguno de sus éxitos dorados para dar mayor variedad. Todas las muchachas que conocíamos parecían querer hacer carrera de su virginidad y nosotros desahogábamos nuestra frustración rindiendo homenajes constantemente a la fantástica habilidad de los Kinks para construir pequeñas maravillas con los elementos más simples.
Las inquietudes de Ray le iban llevando cada vez más lejos de las tendencias más populares en aquellos años. Village Green Preservaton Society y Arthur eran LPs específicamente ingleses; el primero era un estudio de personajes y situaciones en la Inglaterra rural, mientras que el segundo (subtitulado «El declive y caída del imperio británico») vuelve a tratar sobre la triste vida de la clase media inglesa. Arthur es un álbum devastador que deshace todos los mitos ingleses sobre el pasado, el Imperio y el sistema de clases. Inicialmente, se trataba de una obra musical que iba a ser filmada para TV, el proyecto se desechó y solo contamos con el álbum, que pierde un poco al no haber una delimitación clara de los diversos personajes. No voy a enrollarme con una sinopsis del disco, entre otras cosas porque no hay espacio suficiente y porque nunca llegó a ser lanzado en nuestro querido país. Pero no puedo dejar de silenciar algunos detalles: "Australia" está en la tradición del "America" de West Side story y pinta con colores de folletos turísticos las maravillas de la emigración («Australia, no hay distinción de clases / Australia, no hay drogadictos»), terminando con una coda instrumental en la que el grupo se calienta. Davies puede ser cruel con los pobres seres engañados que son Arthur y su familia pero también revela su compasión por ellos y termina ofreciendo su ayuda. Un disco agridulce que es una pena de las muchas obras maestras ocultas en la historia de los Kinks.
A finales de los años sesenta, la estrella de los Kinks se iba eclipsando por la falta de hits y la escasa aceptación que sus LP’s tenían entre la gente que compraba «discos en serio». No ayudaba en nada la estupidez de PYE o la prohibición de actuar por USA decretada por el Sindicato de Músicos Americanos (aparentemente, en su primera gira americana los Kinks hicieron cosas demasiado horribles para ser contadas en reuniones de sociedad).
La salvación se llamó "Lola". Una canción burbujeante en la que el narrador cuenta su encuentro en un club del Soho con Lola («Bien, no soy tonto pero no puedo comprender por qué ella anda como una mujer pero habla como un hombre») que promete hacer de él todo un hombre. Sí señor, una historia de travestis y homosexualidad que llegó a lo alto de las listas años antes de que Lou Reed escribiera su "Walk on the wild side". El LP siguiente (Lola versus Powerman and the Moneygoround, part one) saca a relucir la amargura de Davies respecto al pop system y la industria musical inglesa, incluso mencionando por su nombre a Robert Wace, Larry Page y otros tiburones que nadan en el turbio mar de la música popular.
Ray Davies es un tipo introvertido que piensa que su música no es apreciada o comprendida por la gente del rock. Su inseguridad personal se trasparenta en muchas de sus declaraciones y actitudes. Ha habido épocas en que acudir a un concierto de los Kinks era presenciar todo un psicodrama, con tos músicos peleándose o indecentemente borrachos, sin saber qué esperaba el público de ellos. Posteriormente, Ray ha sabido manejar esta imagen de imprevisibilidad y escasa profesionalidad y la gente no sabe si está asistiendo a otro concierto horroroso de los Kinks o simplemente contemplando una de las exhibiciones neuróticas de Raymond Douglas Davies.
Aunque tal vez sea algo exagerado hablar de conciertos desastrosos de los Kinks. Con la entrada del tecladista John Gosling y las apariciones de la sección de viento del Mike Cotton Sound, el sonido se ha transformado para bien. Ray, seguro de tener un respaldo instrumental, ha pasado más al frente como entertainer integral, en la tradición de los hombres del music-hall inglés. Es el Ray Davies Show, aunque su hermano se descuelgue de vez en cuando con unos guitarrazos para que no olvidemos que los Kinks también pueden tocar rock macho.
De la etapa de los Kinks con RCA, no me siento muy entusiasta. Por una parte, canciones como "20th century man" parecen parodias de su obra anterior. La fascinación por la venerable música del vaudeville, Cole Porter, Vera Lynn y similares artefactos ha ahogado un poco el sonido Kinks. Sin embargo, Everybody’s in showbiz, everybody’s a star demuestra que hay un Davies lúcido que comprende todas las implicaciones de su estrellato y su peculiar posición («Si mis amigos pudieran verme ahora, colocándome una pajarita / meneándome por la habitación como una loca descarada / dirían que alguien me está explotando / me preguntarían qué es lo que estoy intentando probar»). Por otra parte, Preservation Act es una pieza pesimista que me hace creer en todos aquellos rumores que dicen que Ray es uno de los pocos tipos del rock que votan por el Partido Conservador. Pero se necesita mucho más para hacer perder la fe a un fanátiKo de los Kinks, ya lo creo que sí.
Hmmmm, veo que han quedado muchas cosas en el tintero. El asunto misterioso de la contribución de Jimmy Page a las primeras sesiones de los Kinks. La complicadísima discografía del grupo (tal vez para un futuro «Tracks»...). Los singles (4) en solitario de Dave Davies y el álbum que no llegó a materializarse. Shel Talmy. La ayuda de Nicky Hopkins. Las crisis nerviosas de Ray. Su trabajo como productor (Turtles, Claire Hamill, Barry Fantoni, Leapy Lee), actor de TV, hombre de teatro. Sus paranoias. Konk Records. El cambio de Peter Quaife por John Dalton. Los críticos americanos y los Kinks. La biografía que parece que nunca veremos. La ideología de Mr. Davies. Las peleas de Ray con Slade. El efecto del alcohol sobre Ray y Dave Davies. Inglaterra y los Kinks. Percy. Y muchos otros detalles picantes solo recomendados para personas de completa madurez moral. Puedes leer sobre todos esos asuntos en mi próxima obra, «Las KroniKas de los Kinks» (15 volúmenes, Koñazo Press). ¡Reserva tus ejemplares en el puesto de pipas de la esquina!
Hasta entonces, recuerda que los Kinks han producido una obra extensa (cerca de 200 canciones) cuya consistencia intelectual y brillantez musical son únicas en el mundo del rock. Tú también puedes ser un fanátlKo...
Diego A. Manrique, julio de 1975